Jimena Morales Illoldi
La ceguera selectiva en México
Si uno pregunta o investiga los principales problemas de México, va a encontrar situaciones como la pobreza, la inseguridad, la obesidad adulta e infantil, la corrupción, la desigualdad, entre otros. Sin embargo, hay uno que pasa desapercibido y es, en mi opinión, uno de los que más afectan a la sociedad mexicana, y se trata de la “ceguera selectiva”. Para fines del presente artículo, la ceguera se define como la falta de visión. Claramente la población mexicana no es en su totalidad ciega, a lo que se refiere este concepto es a la ceguera como la decisión de no querer ver las múltiples situaciones adversas que se viven en el país, a las que se opta por no prestar atención o no dar importancia. Dicho de otro modo, si uno carece de vivencias o experiencias cercanas a una situación, les son indiferentes y/o prefiere no pensar en ellas.
Es algo que todos hacemos. Está en la naturaleza del ser humano ser egoísta y enfocarse primordialmente en lo que acontece en la vida personal, dejando en segundo plano, si es que se piensa siquiera, las situaciones ajenas. «Si no me afecta a mí o a personas cercanas, no es mi problema, total pasan suficientes cosas en mi vida como para preocuparme por cosas ajenas». Si bien es “normal” o “natural” esa forma de pensar, no significa que deba ser así. Justo esa mentalidad es la que ayuda a que las situaciones se perpetúen, precisamente porque no hay suficientes personas que alcen la voz y tomen cartas en el asunto.
Existe la creencia de que las acciones individuales no generan un cambio, por lo tanto, ¿para qué hacer el esfuerzo si no habrá consecuencias duraderas? A modo de ejemplo: no porque yo deje de comer carne, lleve bolsas de tela a todos lados y evite el uso de plásticos desechables, significa que estoy salvando el medio ambiente; el mar seguirá estando repleto de microplásticos y continuará existiendo un desierto atestado de ropa. No obstante, el hecho de que yo deje de comer carne, lleve bolsas de tela a todas partes y evite los plásticos innecesarios, conlleva que no estoy contribuyendo al problema de la contaminación. Mi huella de carbono será considerablemente menor a aquella de las personas que continúan con su estilo de vida actual propenso a un consumismo excesivo porque cambiarlo les sería molesto y, al ver que no todos hacen los cambios necesarios, se escudan en que una acción individual no cambia al mundo. Yo difiero.
En el mundo viven un aproximado de 7.8 billones de personas. Son muchos individuos. Muy probablemente mis acciones no vayan a generar un impacto en una mujer que viva en Irlanda, tampoco me entero de lo que sucede en el día a día de un hombre en Surinam. Sin embargo, sí sé lo que hacen muchas personas en México. Además, en esta era de globalización e hiperconectividad, es muy fácil estar al tanto de lo que acontece en la actualidad, poder observar y comentar sobre los dichos y las acciones de las personas que lideran el país, de organizaciones que buscan hacer un cambio positivo y de lo que realiza una persona normal.
Lo anterior es relevante porque ya no estamos en el mundo antiguo e individualista. Nuestras acciones, nuestras palabras pueden tener un impacto mas allá de nuestras cuatro paredes, de nuestro entorno próximo, gracias a las nuevas tecnologías. Si bien las redes sociales tienen muchas críticas, también tienen muchísimos beneficios y ventajas, uno de ellos es la posibilidad de compartir acciones individuales, de tal suerte que cuando terceras personas las visualizan, se pueden sentir inspiradas a realizar algo parecido, se informan al respecto, o tan siquiera, traen esa situación, esa acción, ese comentario a su cabeza y lo reflexionan.
Las palabras tienen un gran efecto, las imágenes y las acciones también. El hecho de que veamos en redes las palabras, quejas, reflexiones de personas sobre ciertos temas o situaciones que existen, nos afecten de manera directa o no, se traduce en un proceso mental por medio del cual tomamos lo que vemos en pantallas, en periódicos, lo que platicamos a lo largo del día, y nuestro inconsciente le va dando vueltas para ir formando un criterio propio. Ya con una idea definida, cada vez somos más conscientes de esa situación en particular y vamos conociendo más y más información al respecto.
Ahora bien, constantemente somos bombardeados con información que versa sobre muchas materias, y de acuerdo con nuestro nivel de educación, interés, afinidad, tenemos más o menos conocimientos al respecto. Sin embargo, lo trascendente es lo que hacemos con esa información, si realmente nos interesa lo suficiente para transformar ese pensamiento en una acción concreta.
Tomemos como ejemplo la pobreza, un tema tan repetido que hasta lo sentimos trillado y aburrido. Desde chicos nos enseñan las cantidades exorbitantes de personas que viven en distintos niveles de pobreza no sólo en México, sino en el mundo, sin embargo, al no convivir con una situación manifiesta de pobreza, le quitamos mérito y se convierte en un porcentaje más, un dato sobre nuestro país y ya. Si no lo vemos, seguro no es tan importante, no ha de ser tan grave como lo pintan. Con la inseguridad sucede lo mismo; muchos mexicanos vivimos en nuestros estados momentos atroces que, con el tiempo y un mejor manejo de nuestros gobernantes, han ido quedando en el olvido y, no obstante seguir leyendo o escuchando noticias al respecto, como ya no nos afecta de manera directa, pues deja de tener esa relevancia en nuestra vida. Por último, la corrupción, el problema favorito de los políticos, una condición tan común que se encuentra latente en la vida de todos. Y no me refiero solamente a recibir o entregar cantidades exorbitantes de dinero a cambio de favores, sino a los momentos privados en los que optamos por la vía fácil e incorrecta, puesto que todos lo hacen y no pasa nada.
Es fácil escudarse con la premisa de que hay demasiados problemas en el mundo, un exceso de situaciones injustas, violatorias de derechos humanos, como para poder conocer y resolver todas y cada una de ellas. Eso es cierto. Pero no es válido quedarse con los brazos cruzados. El ver una injusticia y no alzar la voz, es permitirla; es ahí donde uno elige la ceguera. Cuando sabemos que suceden cosas y tomamos la decisión de no hacer nada al respecto, porque “siempre ha sido así”.
Como adulto joven, millenial/generación z, y como estudiante de derecho, me es imposible seguir dando la espalda a los problemas del mundo, y mas cercano, a los problemas e injusticias que hay en México. Ya no podemos darnos ese lujo de pensar solamente en nosotros, en nuestra burbuja, en nuestro círculo, porque ahora si tenemos esa exposición a las situaciones, ya hay visibilidad y ya hay voces. Es el momento de actuar. No podemos salvar al mundo solos, es claro. Pero cuando uno se levanta, suele inspirar a otros a seguir sus pasos o inclusive a seguir sus propios caminos, logrando poco a poco, esos cambios tan necesarios.